viernes, 18 de abril de 2014

De a golpes se habla, con caricias se ama

Hacía un buen tiempo en que no me aventuraba a escribir, papeles y teclados los rechazaba por igual, no dudaba en alejarme cada vez más de las entradas al blog y los cuadernos con hojas vacías. Me aterraba el solo pensar que debía plasmar algo, algo que avisara a la propia consciencia de mi existir.

No fue una decisión sin meditar; estaba plenamente despierta cuando decidí no desahogarme con estas cosas. Ya hasta había olvidado mis tiempos fecundos en que un cuentito o dos aparecían por semana, siempre ocultos a la vista de amigos o extraños. Y sabía perfectamente el por qué de mi posición, el por qué evitar a toda costa una situación como la que ahora me alienta.

No quería saber lo mal que me encontraba en realidad, quería vendarme los ojos hasta que ellos aborrecieran la idea de abrirse por voluntad, anhelaba una recuperación sin mediar en mi interior. Algo iluso, vago y completamente estúpido.

Esperar a que las heridas se curaran por su cuenta, sin que fueran lavadas y desinfectadas. Tenía en mente desaparecer cualquier señal o emoción que me evocara directamente a lo que, por tantas noches, me hacía temblar. Me juré seguir adelante, con pasos firmes y descalzos, para así soportar el dolor que se atreviera a molestar mi andar. La receta perfecta para no-sanar.

Y es que el tiempo va pasando, lento o rápido, ya no importa, pero si lo vivo entre quejas y malestares existenciales, jamás lograré concretar lo que ni siquiera yo estoy segura de saber. En pocas palabras, me aguantaba las lágrimas para llegar más rápido a un lugar del que no tengo ni idea. Quería alcanzar un fantasma, un espectro que aparentaba ser un meta, un objetivo final y completo.

Si en éste momento no me quiebro de risa es por el temple que intento mantener, y si no me deshojo en sollozos es por que ya no encuentro en las gotas saladas una respuesta que me convenza. Camino en la etapa donde reír no nace y llorar no apetece.

Pero sé que pronto sucederá un cataclismo, un rompimiento tan grande como ardiente, haciendo cenizas la aceptación, para sólo revitalizar la negación. Lo sé porque lo presiento, lo presiento por que es evidente, y es evidente porque yo misma he creado esta maraña de opresiones sin sentido, jodiendo todo lo que en algún momento pude construir.